AUTUMN
1967
This
creeping chill has lately caught us yearning for a change of
season, knowing that we now have reason to leave with newly
wakened thought and soar beyond all this instead, upward
toward the ardent sun— there where all things are
as one, and we see this world from overhead.
A
boundary of seasons to be crossed! We rise renewed in the
crystal dawn, morning stirs and we are gone above the
twinkling frost, wedged south from autumn's bright scarlet
chill, sleek silver geese arrayed across the sky in V's for
victory over winter's night.
Enough!
of bitter northern lakes which grip our feet in ice and
freeze us dead with nice embrace like overbearing elders
make, who only want to help us out from anything that's not
tradition— that same old worldly-weary vision of
which they've had no doubt.
They
hold that geese are wild, but we've a rhythm of our own
design among our roving peaceful kind who migrate thru the
seasons' weave: we wend the wind for warm— springing
north and falling south we kiss the world full on the
mouth and fly upon the storm.
We
take freedom now!, we cry, rising into the dawning sky before
the chill can sweep us by; we're glad that we can fly so
high, can crest the clouds, can sigh in pleasure as we
lie, can scarcely know yet wonder why, would shudder if we
thought to die.
—Paterson
Brown
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OTOÑO
1967
Este
recién escalofrío nos ha
captado anhelando un cambio de
estación, sabiendo que ya
tenemos razón en irnos con
pensamiento despertado de nuevo para
volar más allá de todo esto, alzando
hacia el ardiente
sol— allí donde
todo es uno, y
vimos este mundo desde arriba.
¡Una
frontera de estaciones que cruzar! Nos
levantamos en
la aurora cristalina, la mañana se menea y nos
fuimos ya más allá de la
escarcha centellante,
acuñados al sur desde el resfriado otoñal
escarlata brillante, lustrosos
gansos plateados a través del cielo dispuestos en uves
de victoria sobre la noche invernal.
¡Basta!
de amargos lagos norteños que agarran nuestros pies en
el hielo y nos congelan muertos con un fino abrazo como
dan los dominantes mayores, que sólo quieren ayudarnos
a evitar cualquier cosa que no sea tradición—
la misma vieja visión mundana
hastiada de la que nunca han tenido duda.
Consideran
salvajes los gansos, pero tenemos un ritmo de nuestro propio
designio entre el linaje nuestro errante y pacífico
emigrando por el tejido de las estaciones: vagamos por el
viento buscando la calidez— primaverando al norte y
otoñando al sur, besamos el mundo en toda la boca y
volamos sobre la tormenta.
¡Nos
apoderamos ahora de la libertad!, clamamos, alzándonos
hacia el cielo de madrugada antes
de que la helada nos alcance; nos
alegra poder volar tan alto, coronar las nubes, suspirar de
placer al acostarnos, apenas saber aun preguntándonos
por qué; nos estremeceríamos si pensáramos
en morir.
(tr:
Carmen María Bretones Callejas)
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